¡Infancia: obra negra del ser humano de la que siempre tenemos algo que decir, lo que sea!

viernes, 25 de febrero de 2011

sábado, 5 de febrero de 2011

LABIAL DE PUTA

¡Hace rato que me fuí de tus labios!
Díjome el labial que lleve la otra noche
Se fue pegado de mi cigarro
Ese que fume mientras cagaba en el precioso baño de un motel
Cuando saqué el primer soplo, me dolió la boca, no podía explicarlo, pero se me hizo imposible despegar el tabaco, en el filtro se me fue un pedazo de piel. No lo sabía, ya lo sé.
¡Hace rato que me fui de tus labios!
Díjome el labial que llevaba la otra noche
Era Púrpura almendro, recuerdo griego del cliente gringo, al que le gustaba que jugáramos a que era un bebé, vomitarse y tomar seno, cuál recién nacido sin pena ni gloria, con una mamá medio puta y con su afán por cubrir su complejo edipezco, Gomezjattiniano, que le llenaba el alma.
¿Qué pasó con ese filtro?
Se fue a volar con la mierda, por el conducto del inodoro y desfalleció, porque prefería besar excremento por siempre, que verme vuelta mierda por tres pesos mal pagos, en cuerpos casi asfixiantes de venenos ambulantes, de camillas mal hechas, de moteles con pulgas, de sudores extraordinarios de galería, de caspa de toda una vida y de mugre en las uñas como color único y posible, de aromos agrios y de miradas nubladas.
Ya se ha ido el labial y qué envidia, seguimos nadando en los mismos mares, llenos de hombres y de sombras de ellos, de sus restos y de sus no-nombres.

No ha cambiado de mundo, únicamente de forma.

martes, 15 de diciembre de 2009

Las Monedas de la Infancia






La felicidad que da el dinero está en no tener que preocuparse por él.
Anónimo.
.
Un día de lluvia encontré entre el barro, producto de la mezcla entre el agua y la tierra, una moneda caída, me quedé mirándola con cierta sensación de emoción y la metí a mi bolsillo, no la gasté; ni siquiera tuve la tentación de meterla en un teléfono monedero para escuchar alguna respiración anhelada, no quise comprar un dulce, ni dársela al rapero que se subió al bus. Todo lo contrarío, decidí guardarla en un cofre, donde guardo todo tipo de objetos pequeños, pero bonitos: aretes, collares, pulseras, anillos etc. Mandé a dormir la moneda con objetos curiosos y bellos al tiempo. La reinventé.
Cuando fui a la cama estuve dando vueltas de un lado a otro, fue así cómo pensé en la razón por la cual la había guardado, cómo si no fueran hechas para ser cambiadas, entonces recordé el papel de ellas en mi infancia. Yo Vivía en una finca a 1 Km del pueblo, la tienda más cerca quedaba a eso, la escuela más cercana quedaba a eso, la casa de mis abuelos quedaba a eso, mis amigos vivían a eso, claro exceptuando los imaginarios, que eran muchos, que vivían siempre a mi lado. Con las monedas no podía comprar nada, no me servían para nada en cuanto llegaba a mi casa, así que lo único que me importaba era que fueran lindas, no el valor monetario que tuvieran, me gustaban más las de 50 pesos grandes que las de 500, sencillamente para mi óptica eran mucho más hermosas. Mi papá coleccionaba monedas y antes de que yo creciera tenía muchas más de las que tuvo cuándo caminé y me pude subir al armario, lugar donde en un cofre de pasta gris guardaba su precioso tesoro, que ahora era uno de mis juguetes favoritos; pasaba horas y horas observando cada detalle de ellas, sus colores, sus formas, poniéndolas debajo del papel y marcando con lápiz para ver la imagen que salía.
Cuando íbamos a casa de los abuelos, éstos me daban monedas, que sabían guardaría, no por la cuestión del ahorro, sino porque tenían la certeza de que cuando llegará a casa, dejarían de tener el valor económico para pasar a ser un juguete, un juguete que entre otras cosas me parecía bastante curioso y cómodo de llevar a todas partes, sin embargo optaba poco por ésta opción, pues mis primos y mis primas generalmente me perdían una que otra y eso me no me gustaba, claro que cuando compraban dulces y me daban uno de los muchos que adquirían, los perdonaba un poco.
La concepción del dinero para mí era diferente –durante mi primera infancia claro está-, no había ninguna lucha por conseguirlo, no lo pedía nunca  siempre llegaba solo, no tenía que abordar buses, comprar agua para el calor o almorzar lejos de casa, el dinero no era sinónimo de nada esto, no era un arma, valía más su forma que su uso.
El problema mundial es que la los adultos no ven el dinero cómo los niños, ven en él una forma de vida, y cuando un niño pierde una moneda y no siente culpa ni frustración los adultos le enseñan el teatro propio de la pérdida de un brazo, para lamentarse por el pedazo de papel o metal botado, se les hace imposible pensarse la vida de esa forma y poco a poco empiezan a convertirse en unos esclavos impersonales al son del sonido de los dedos al contar el dinero, al pasarlo de una mano a otra, los ojos adultos se dejan atrapara por una enfermedad visual de la que  nunca se puede salir, el dinero viene a ser la esperanza, quién sabe tal vez por lo verdes que son los dólares.
No hago apologías a la infancia cómo estado ideal del hombre, pero si hago notar que sería un poco mejor no olvidar lo que se fue esta etapa e intentar ver el mundo con ojos diferentes, con un criterio más propio que establecido. Ese criterio de la niñez va siendo quitado cuando crecemos, así Téllez afirma:
“Lo mejor de la infancia es la arbitrariedad, la inefable, la poética arbitrariedad del juicio para entender las cosas y para comportarse con el mundo. Por desdicha esa arbitrariedad no es muy comprendida ni valorada”.

La visión del infante no es válida por la razón que “ha vivido poco”, en vez de pensar que ésta debería ser la razón para comprender la esencia superior de la infancia ya que están menos contaminados.
Igual que para Baudelaire el juguete más hermoso, era hermoso porque sí y no porque se viese más caro –cosa que creo que comprendió únicamente cuando recordó el hecho- nunca se habría preguntado el precio que éste tenía, incluso cuando es grande pasa por las tiendas y se queda asombrado ante tanta belleza:
“En un gran almacén de juguetes hay una alegría extraordinaria que lo hace preferible a un hermoso piso burgués” (Baudelaire, Charles. Moral del Juguete).
Baudelaire viajó de la infancia a la adultez sin contaminar muchas apreciaciones –tal vez lo único que creció fue su cuerpo-  en cambio Yo, ese día me quedé reflexiva, luego atónita y por último dormida preguntándome ¿En qué momento dejé de concebir el significado del dinero así? ¿Crecí o caí en la trampa? Como diría Charlie García: “Hubo un tiempo en que fui hermoso y fui libre de verdad”, pero mi querido Charlie, hace tiempo que abandoné la libertad, de esa forma, por eso leo a Mafalda para ver si en estos días la recupero,  y lo peor de todo es que no sé hace cuanto pertenezco a la consecutiva manía global de estar poniendo todo esfuerzo en interpretar el mundo de la forma planteada y establecida, luego éste mismo Ché en la misma canción cómo para pasar el rato y plasmar la verdadera transición de nuestra vida nos dice de nuevo: “Poco a poco fui creciendo y mis fábulas de amor se fueron desvaneciendo cómo pompas de jabón”.

Unas gotítas de dolex



Creo que nunca sentí tanto miedo como aquella vez en que mi madre se cayó en la azotea. Hubo varias razones para sentirlo: primero porque estaba en el sexto mes de mi único hermano, segundo porque era su segundo embarazo fructífero de tres, tercero que mi padre no estaba y último y más impactante del listado fue que lloró y nunca la había visto hacerlo. Una mañana cualquiera de 1993, una niña de tres años, los vecinos más cercanos estaban a 1Km de distancia y ausencia total de teléfonos, es decir, el destino se había aprovechado de mi situación y me había alterado los nervios a su punto más alto. Pero más que cualquier otra cosa el llanto en los ojos de mi madre era el detonante de la situación, si alguna vez lo había hecho yo no lo recordaba –pensaba que las personas “grandes” sólo lloraban en las telenovelas y el teatro-; lo peor del caso es que a mi corta edad mi experiencia en estos casos era cero.
Yo estaba allí paralizada veía a mi madre llorar y tocarse el abdomen, sólo un destello de viveza o amor al verla indefensa pudo vencer el miedo: aquella sensación que se apodera de todo tu cuerpo y no te deja moverte, que te hace sentir impotente o incapaz de acabar con aquello que te atormenta, una barrera que nos vuelve sumisos, que nos convierte en observadores pasivos los cuales no pueden o no quiere hacer nada, fue en ese instante cuando se me ocurrió de repente utilizar lo que siempre mi mamá me daba para el dolor. Corrí hasta la habitación, me subí en una silla que había acercado hasta el armario y bajé el dolex pediátrico; volví a correr hasta donde ella estaba, la vi llorando y me reflejé en una lágrima, destapé el frasquito y apliqué un poco del liquido rojo de gotero en su abdomen. Mi madre recibió con amor la acción, dejó de llorar, sonrío y me besó.
Por mucho tiempo pasé recomendando el medicamente aquel ante cualquier situación de dolor, si había podido curar a mi madre, si la había podido llevar del llanto a la risa, nada podría ser mejor.
La única razón por la que pude vencer el miedo fue por la situación de peligro en la que se encontrabas dos de mis seres más amados; es más considero que si las terapias psicológicas para vencerlo no funcionan, lo mejor es crear una situación peligrosa en la que se involucre a alguien que se ama y la barrera será rota con el mayor ímpetu de los casos. Si una persona tiene miedo al agua lo mejor sería que al otro lado de un río, en un caso menos extremo una piscina, ponga alguien que ella ame como una posible víctima del peligro, a esta persona se le olvidará siquiera el significado de temer, incluso puede que cree una marca mundial en velocidad, sin embargo considero que mi planteamiento es un poco maquiavélico.
El miedo puede apoderarse de nosotros cuando tenemos una situación cualquiera, sin embargo sabe cuando llega, conoce el punto exacto para atacar, como si se tratara de un enemigo interno, el cual debemos evitar manteniéndonos siempre activos y claros en las opciones que queremos tomar. Él tiende a ser nuestro dirigente, tenemos que aprender a quitarle su poderío sobre nosotros.
El mundo parece siempre haber sido sensible al miedo, hemos vivido bajo su yugo, nos ha declarado su esclavo, antes de que las armas nos acaben, el sistema límbico ya ha hecho sus efectos.
No hay lugar a discusión, muy poco han logrado vencerlo, de no serlo cómo explicar que aceptemos lo más trivial como nuestra forma de vida, nos casamos con la moda porque nos da miedo parecer anormales, esto en el caso más simplista de un gran significado, pues es por el mismo miedo que aceptamos la guerra, las políticas impuestas, es como si nuestros gobernantes tuvieran un estudio completo de la psicología del miedo y cómo no hablar de las dictaduras, esas si parecen que tuvieran un PHD sobre él.
Puede que como dice Bolaño, “La costumbre matiza todo horror”; entonces el miedo es una forma de manejarnos, hemos vivido tanto a su lado o en su lado, que nos parece normal verlo, y quién más que una víctima del horror como lo es Bolaño para darnos cuenta.
EL dolex calmó dos miedos, el mío y el de otra persona que estaba poseída de él en mayor rango: mi madre. Todos necesitamos de una situación para despertar de la hipnosis o de una gotíca de dolex para darnos cuenta que no estamos solos ¿Pero llegará a tiempo la necesidad de sentirlo?

Elogio a Mafalda

Elogio a Mafalda

-Voy al mercado y vuelvo, No le abras la puerta a nadie, por más que llame, ¿Eh?

-¡Mamá!

-¿Y si es la felicidad?

“Mafalda”, Quino

Para leer gustosamente a Mafalda hay que haber estado inmerso en diferentes preguntas sobre la existencia del ser.

Ella nunca se enteraría que su verdadero padre, Quino –quien se enteró a los cuatro años que entró a la escuela que su verdadero nombre era Joaquín Salvador Lavado, pues toda su vida fue llamado Quino- , la parió bajo la idea de que fuese la imagen de un producto comercial, es más hasta yo me niego a creerlo, me gusta imaginar que nació de la misma idea que Atenea. Después de un dolor de cabeza Quino se desesperó y salió una chiquita, de grandes cachetes gritando ¡Paren el mundo me quiero bajar! y se conmemoró el acto mágico casi divino de su nacimiento.

Nació para el mundo el 29 septiembre 1964, fecha que debería ser festivo por lo menos Argentino, y aunque sea contemporánea a mi madre, la infante inquisitiva nunca creció, pero no me refiero a ello como el síndrome estúpido de Peter Pan; ella es más bien el nirvana de todo ser humano: se adquiere sabiduría pero se siguen conservando los años mozos.

Mafalda se nos entrega en el seno de una familia Porteña Argentina, su padre, su madre y en un principio sin su hermano Miguelito, acompañada de su pandilla de amigos que siempre harán en ella el acto mayéutico de parir ideas o cuestionamientos.

Ella es la hija que cualquier padre no hubiera podido o querido tener y de crecer la mujer que ningún esposo habría podido hacer feliz, no porque haya sido una niña difícil sino porque siempre se nos hace difícil acostumbrarnos a lo genial, los genios siempre han sido incomprendidos, Einstein podría decirnos qué es ser despedido de varias escuelas.

Mafalda es, porque aunque haya dejado de ser dibujada y sea sólo un dibujo se siente como una entidad viva entre quienes la aman-, una niña inteligente, pues posee como juguete favorito un globo terráqueo ¡ Muerte a las infames barbies y a las ollitas a las que muchas mujeres nos tuvimos que enfrentar! Porque ella tenía buen gusto por eso gustaba de “The Beatles” y no gustaba de la sopa porque su finura no la dejaba conformarse con agua hirviendo llena de vegetales.

Todo el mundo sabe que los Argentinos son ególatras por naturaleza, compartir patria con una infante tan fenomenal debe hacer sentir orgullo a cualquiera, claro deben sentirse más orgullosos de ella que del mismo “Ché”, o por lo menos eso quiero creer.

Aquel que lea los pensamientos de la chiquilla y no se encuentre en ellos ni la menor gracia, dejará mucho que pensar sobre su inteligencia y sobre su buen gusto, porque aunque ella no lo permitiría existe una necesidad intensa de imitarla, muchas de las chiquillas colegialas usan unos zapatos de uniforme iguales a los que ella siempre tenía.

No leemos a una Argentina sino a una ciudadana del mundo, preocupada por la guerra en Vietnam, por la independencia o “In the Pendencia” de los países, la democracia, el sueño de los chinos y la idea que mientras dormimos ellos trabajan, por la situación de la mujer, por el mundo capitalista al que cada día le entrega un padre y después de la jornada laboral le entrega otro.

Todo cuestionamiento ético y moral hecho por la infante está planteado de la forma más simple, lo que derroca la idea que sólo se puede hablar de cosas inteligentes en lenguajes complicados, pues debemos ser “Simples” como dice Libertad, la pequeña amiguita de Mafalda, hija de padres socialistas, sin embargo ella será un personaje a estudiar en otro elogio que bien merecido lo tiene.